martes, 29 de enero de 2013

Tibilí El Niño Que No Quería Ir A La Escuela



Tibilí , el niño que no quería ir a la escuela
                                                     (Marie Léonard y Andrée Prigent)

Tibilí  es un hombrecito de de seis años que se ríe de la mañana a la noche. Y seguiría riéndose en la cama si no se cayera de sueño  de tanto correr y jugar todo el día. Sólo deja de reírse para comer, o para hacer las trencitas de su hermana Kablé.  Él  tiene unos dedos muy hábiles y su hermana Kablé es muy presumida.
Un día, sin embargo, Tibilí deja de reírse: Su mamá acaba de decirle que pronto tendrá que ir a la escuela. Tibilí no quiere ir a la escuela. No quiere estar encerrado en una clase, frente a una pizarra triste, triste como el aburrimiento. Tibilí no necesita saber leer ni escribir.
Prefiere leer como su abuelo no sobre el papel, sino en el cielo, donde de día canta el sol y, de noche, baila la luna. Prefiere leer sobre la tierra roja del camino, donde miles de animales de todos los colores van y vienen, arriba y abajo, sin que nadie los obligue a ir a la escuela. Prefiere estar en la playa soñando que pesca una barracuda (así de grande),  que monta una gacela en plena carrera, o que se mece con los monos colgado de las lianas de la selva.
Tibilí no quiere cambiar su ropa  roja tan bonita y tan alegre por un uniforme de un color tan soso que, si se sentara en la playa, lo podrían confundir con la arena y lo podrían pisar. Por eso Tibili está triste, triste como los búfalos flacos que su tribu conduce al campo.
¿Qué puede hacer? Pero, ¿Qué puede hacer para no tener que ir a la escuela? Las lunas suceden a las lunas, y la escuela va a empezar pronto. Le pregunta a Píu el lagarto:

-¿Podrías decirme qué  tengo que hacer para no ir a la escuela?
-Solo veo una solución –Contesta Píu-. Escóndete en el agujero del baobab. El hueco es lo bastante grande para que quepas cómodamente.

Tibilí piensa que estaría bien un ratito, ¡pero no todos los días!
Le pregunta a Kumi, el murciélago, que medita colgando en su rama. Kumi le responde:
-Cuando llegue el día de ir a la escuela, te acuestas y te retuerces y dices que te duele la barriga.
Tibilí piensa que no podría fingir que tiene dolor de barriga todos los días. Además, a Tibilí no le gusta decir mentiras a su mamá.
Interroga a la araña Crope, que siempre lo sabe todo. Crope le dice:
-Solo veo una solución: ve a buscar el cofre de la sabiduría. Está  enterrado cerca del río, entre el papayo y el tamarindo. Verás una gran piedra roja, apártala, escarba el suelo, hasta que encuentres un objeto muy duro: - es el cofre de la sabiduría. Sácalo con precaución, ábrelo y encontrarás  lo que buscas.
Tibilí va corriendo hasta el río, escarba el suelo entre el papayo y el tamarindo. Nota un objeto muy duro y lo saca. Es un cofre. Intenta abrirlo, pero no lo consigue.
Ku-kut la pintada, le grita:
-¿Qué haces Tibilí?
-Intento abrir el cofre de la sabiduría.
-Es muy fácil. Solo tienes que leer la placa que está debajo del cofre. Allí lo explica todo. Tibilí le da la vuelta al cofre, baja la cabeza tristemente y no dice nada.
-¿Y ahora qué pasa dice la Pintada?
-No sé leer.
-¿No sabes leer? ¡JA! ¡JA! ¡JA!, ¡NO SABE LEER!, grita para que lo oiga todo el mundo. ¡NO SABE LEER!, repiten las pintadas ¡NO SABE LEER!, responde el eco.

Tibilí vuelve a dejar el cofre en su escondite, lo cubre con la tierra, vuelve a poner la piedra roja y se va. Cuando cree que las pintadas ya no lo pueden ver, echa a correr hasta llegar a su casa y le pregunta su mamá: -¿Falta mucho para que empiece la escuela?

1 comentario:

  1. Gracias profe, me gusta mucho Tibili, mis hijos tienen un cd rom de matemática con él. Lo puse en mi facebook ;)

    Crystel Galletti

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