Tibilí , el niño que no quería ir a la escuela
(Marie Léonard y Andrée Prigent)
Tibilí es un hombrecito de de seis años que se ríe de
la mañana a la noche. Y seguiría riéndose en la cama si no se cayera de sueño de tanto correr y jugar todo el día. Sólo deja
de reírse para comer, o para hacer las trencitas de su hermana Kablé. Él tiene unos dedos muy hábiles y su hermana Kablé
es muy presumida.
Un día, sin
embargo, Tibilí deja de reírse: Su mamá acaba de decirle que pronto tendrá que
ir a la escuela. Tibilí no quiere ir a la escuela. No quiere estar encerrado en
una clase, frente a una pizarra triste, triste como el aburrimiento. Tibilí no
necesita saber leer ni escribir.
Prefiere leer como
su abuelo no sobre el papel, sino en el cielo, donde de día canta el sol y, de
noche, baila la luna. Prefiere leer sobre la tierra roja del camino, donde
miles de animales de todos los colores van y vienen, arriba y abajo, sin que
nadie los obligue a ir a la escuela. Prefiere estar en la playa soñando que pesca
una barracuda (así de grande), que monta
una gacela en plena carrera, o que se mece con los monos colgado de las lianas
de la selva.
Tibilí no quiere
cambiar su ropa roja tan bonita y tan
alegre por un uniforme de un color tan soso que, si se sentara en la playa, lo
podrían confundir con la arena y lo podrían pisar. Por eso Tibili está triste,
triste como los búfalos flacos que su tribu conduce al campo.
¿Qué puede hacer? Pero, ¿Qué puede hacer para no
tener que ir a la escuela? Las lunas suceden a las lunas, y la escuela va a empezar
pronto. Le pregunta a Píu el lagarto:
-¿Podrías decirme qué tengo que hacer para no ir a la escuela?
-Solo veo una solución –Contesta Píu-. Escóndete en
el agujero del baobab. El hueco es lo bastante grande para que quepas cómodamente.
Tibilí piensa
que estaría bien un ratito, ¡pero no todos los días!
Le pregunta a Kumi, el murciélago, que medita
colgando en su rama. Kumi le responde:
-Cuando llegue
el día de ir a la escuela, te acuestas y te retuerces y dices que te duele la
barriga.
Tibilí piensa
que no podría fingir que tiene dolor de barriga todos los días. Además, a
Tibilí no le gusta decir mentiras a su mamá.
Interroga a la araña Crope, que siempre lo sabe todo.
Crope le dice:
-Solo veo una solución: ve a buscar el cofre de la
sabiduría. Está enterrado cerca del río,
entre el papayo y el tamarindo. Verás una gran piedra roja, apártala, escarba
el suelo, hasta que encuentres un objeto muy duro: - es el cofre de la
sabiduría. Sácalo con precaución, ábrelo y encontrarás lo que buscas.
Tibilí va
corriendo hasta el río, escarba el suelo entre el papayo y el tamarindo. Nota
un objeto muy duro y lo saca. Es un cofre. Intenta abrirlo, pero no lo
consigue.
Ku-kut la pintada, le grita:
-¿Qué haces Tibilí?
-Intento abrir el cofre de la sabiduría.
-Es muy fácil. Solo tienes que leer la placa que
está debajo del cofre. Allí lo explica todo. Tibilí le da la vuelta al cofre,
baja la cabeza tristemente y no dice nada.
-¿Y ahora qué pasa dice la Pintada?
-No sé leer.
-¿No sabes leer? ¡JA! ¡JA! ¡JA!, ¡NO SABE LEER!,
grita para que lo oiga todo el mundo. ¡NO SABE LEER!, repiten las pintadas ¡NO
SABE LEER!, responde el eco.
Tibilí vuelve a
dejar el cofre en su escondite, lo cubre con la tierra, vuelve a poner la
piedra roja y se va. Cuando cree que las pintadas ya no lo pueden ver, echa a
correr hasta llegar a su casa y le pregunta su mamá: -¿Falta mucho para que
empiece la escuela?
Gracias profe, me gusta mucho Tibili, mis hijos tienen un cd rom de matemática con él. Lo puse en mi facebook ;)
ResponderEliminarCrystel Galletti